Especialistas en salud emocional señalaron que las agresiones derivadas de conflictos menores reflejan un desgaste profundo en la convivencia social, atribuible al descuido de la salud mental y la distorsión del autocuidado colectivo.
De acuerdo con Antonio Jiménez Luna, director de la Universidad del Pacífico, este tipo de reacciones no deben considerarse hechos aislados, pues “son manifestaciones de múltiples condiciones acumuladas como la falta de empleo, el debilitamiento familiar y la ausencia de crecimiento personal”.
Al respecto, el psicólogo detalló que el entorno actual impone exigencias constantes para subsistir, lo cual reduce las posibilidades de fomentar entornos emocionales estables, en ese sentido, la convivencia, según dijo, se ha tornado más frágil ante la escasez de espacios de desarrollo emocional.
Además de esto, Jiménez Luna sostuvo que el autocuidado se interpreta comúnmente como una responsabilidad individual, sin embargo, aclaró que se trata de una práctica compartida que requiere conciencia personal, pero también compromiso con el entorno social.
Añadió que la falta de redes de contención, así como el desconocimiento sobre el manejo adecuado de emociones, han convertido cualquier incidente en un potencial detonante de violencia. “Se ha perdido la capacidad de enfrentar el día a día sin reacciones desmedidas”, afirmó.
Asimismo, el especialista subrayó que este fenómeno tiene raíces estructurales y no podrá resolverse sin integrar políticas públicas que consideren la salud mental como un elemento central del bienestar colectivo. Enfatizó que “el reto es comunitario, no individual”.
Por lo anterior, hizo un llamado para identificar las carencias existentes en el tejido social y generar procesos participativos para su transformación. “No se trata sólo de prevención, sino de reconstrucción del modo en que convivimos”, concluyó.

