Despiden a Don Cuco, el corazón tortero de la colonia Independencia
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La parroquia Santa María Reyna de la Paz reunió este viernes a decenas de vecinos que acudieron a despedir a un personaje que, sin buscar reflectores, se convirtió en parte del paisaje afectivo de la colonia Independencia: Don Cuco, “El Gallo”, el hombre que por más de cuatro décadas preparó tortas y burritos que sabían a hogar.

Su carrito, instalado frente al parque, fue siempre algo más que un puesto. Para muchos, era el primer alto después de la escuela, el antojo de madrugada o el gusto culpable de camino al trabajo. Don Cuco vio crecer a la colonia desde la misma esquina, observando cómo los pequeños clientes se convertían en adultos y regresaban con sus propios hijos a revivir el ritual del burrito de la infancia.

Pero los tiempos cambiaron. La llegada de negocios con entregas a domicilio impactó sus ventas, una competencia que él no podía enfrentar desde su tradicional carrito. Aun así, nunca dejó de abrir, impulsado por la necesidad de sostener a su hijo, Francisco, y por el cariño con el que la comunidad lo reconocía.

En noviembre la historia dio un giro doloroso. A principios de mes, Don Cuco fue hospitalizado tras sufrir un infarto provocado por una obstrucción arterial. Aunque logró recuperarse, la enfermedad expuso la fragilidad de su situación económica. De inmediato, la colonia reaccionó: retomaron publicaciones de apoyo que ya habían circulado semanas antes, y las redes sociales se llenaron de llamados para ayudarlo a levantarse de nuevo.

La respuesta fue contundente. Durante dos semanas consecutivas, las ventas repuntaron gracias a vecinos que hicieron fila para darle ánimo y comprarle, recordándole que su sazón seguía siendo indispensable.

Pero la esperanza duró poco. Hace unos días, la comunidad recibió la noticia que nadie esperaba: Don Cuco había muerto. Con él se fue una parte de la memoria colectiva de la Independencia.

A la salida de la parroquia, entre abrazos y lágrimas, su hijo Francisco compartió un mensaje que encendió una chispa de consuelo:

“Mi padre me enseñó el valor del trabajo y el buen sazón. Más adelante quiero continuar con su legado aquí, en la colonia”.

El comentario provocó un aplauso suave, casi simbólico, que pareció sellar un pacto silencioso: el de mantener vivo el espíritu de quien alimentó a todos con paciencia, humor y tortillas calientes.

Hoy, la colonia Independencia se queda sin Don Cuco, pero no sin su historia.

Descanse en paz “El Gallo”, el hombre que convirtió un carrito de comida en un punto de encuentro y a una colonia entera en familia.