La historia de Dulce Esmeralda, una niña de 13 años, se convirtió en un ejemplo de amor que trasciende la vida. Tras ser declarada con muerte cerebral en el Hospital General Regional No. 1 del IMSS, su familia tomó una decisión que transformó el dolor en esperanza: donar sus órganos para salvar a otros niños.

Dulce ingresó al hospital el 19 de septiembre con un grave daño neurológico. Durante varios días luchó por aferrarse a la vida, pero pese a los esfuerzos médicos, su condición avanzó hasta un desenlace irreversible. Fue entonces cuando sus padres, en medio del duelo, decidieron que su partida no sería en vano.
Los riñones, córneas e hígado de la menor fueron trasladados de inmediato a hospitales especializados en la Ciudad de México, donde cinco pacientes pediátricos en lista de espera recibieron una segunda oportunidad.
“Fue una decisión muy difícil, pero sabemos que a Dulce le hubiera gustado ayudar. Ella siempre fue generosa, y este es el legado que deja”, expresó su madre.
La historia de esta niña tijuanense recuerda la importancia de la donación de órganos en un país donde más de 19 mil personas esperan un trasplante para seguir viviendo. Y aunque el dolor de una pérdida nunca desaparece, el gesto de Dulce permanecerá como un testimonio de amor infinito.
