El pasado 8 de marzo, Tijuana se vistió de morado y verde para unirse a la conmemoración del Día Internacional de la Mujer. En la glorieta de las Tijeras, cientos de mujeres se congregaron, dispuestas a alzar la voz contra la violencia de género, la desigualdad y la indiferencia que aún persisten en nuestra sociedad.
Desde temprano, las calles del corazón de la Zona Río se vieron invadidas por cánticos, tambores y pancartas que dejaban claro el mensaje: las mujeres exigen justicia y el fin de la opresión. La movilización no solo fue una protesta, sino una reafirmación del poder colectivo de las mujeres que se niegan a ser silenciadas.
Lo más destacable de esta marcha fue la diversidad y organización de los contingentes. Desde grupos que anunciaron movilizaciones en las colonias de la Zona Este, hasta colectivos feministas que se agruparon por temáticas específicas, cada sector mostró su propia identidad y sus demandas.

A través de los tambores, que marcaban el ritmo de la protesta, las mujeres marcharon hacia el centro de la ciudad, dejando claro que la lucha feminista es plural y que cada historia de opresión merece ser escuchada.
En un acto previo a la marcha, los colectivos feministas organizaron presentaciones artísticas que sirvieron como una herramienta de denuncia. A través de la música, la poesía y el performance, se visibilizó el dolor y la resistencia que caracteriza a nuestras luchas. Las consignas, como “Ni una más, ni una menos” y “Señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente”, se corearon con fuerza, resonando en las calles como un grito de desesperación pero también de fuerza.
A lo largo de la marcha, también se registraron actos de violencia que generaron controversia.
El Bloque Negro, un sector de la protesta, fue responsable de destrozar paradas del Sistema Integral de Transporte de Tijuana (SITT) y de rayar monumentos, lo que generó un debate sobre la estrategia empleada para visibilizar las demandas. Estos actos, ligados a una postura iconoclasta, fueron interpretados por algunos como una forma de mostrar lo que está mal en la sociedad, mientras que otros los consideraron una forma de violencia que deslegitima la lucha.
El daño causado a la infraestructura pública, aunque no representativo de toda la marcha, fue un recordatorio de las tensiones que existen dentro del movimiento feminista, donde conviven diversas formas de manifestación. Mientras algunas personas abogan por la protesta pacífica y organizada, otros consideran que estas expresiones más radicales son necesarias para romper el silencio y exigir cambios profundos en la sociedad
Asimismo, un momento especialmente emotivo fue la presencia del Bloque de Familiares de Víctimas de Feminicidio y Desaparición, quienes, con fotografías y nombres de mujeres desaparecidas, exigieron justicia. Este bloque, que caminó al frente, nos recordó que cada feminicidio, cada desaparición, es una tragedia que arrastra a toda una comunidad. Las familias no solo piden justicia, sino también que sus voces sean escuchadas, que no se olviden a sus hijas, hermanas y madres.

Detrás de este bloque, otros contingentes también alzaron sus voces. Entre ellos, colectivos feministas que portaron pancartas con mensajes como “Algo va mal si odian más a las feministas que a los violadores”, que nos hacen reflexionar sobre la criminalización que enfrentan las mujeres que se atreven a luchar. También estuvo presente un contingente de mujeres políticas que, con carteles como “Mujeres políticas en marcha: por leyes que protejan, NO que opriman”, reclamaron un cambio en las políticas públicas.
La marcha del 8M, en Tijuana como en muchas otras partes del mundo, fue una muestra contundente de que las mujeres seguimos luchando por un mundo más justo, inclusivo y libre de violencia, un mundo donde no se nos haga responsables de las desigualdades que enfrentamos. Aunque las formas de manifestarse fueron diversas y algunas, por algunos, fueron interpretadas como actos de violencia, este día dejó claro que el feminismo es una fuerza transformadora que avanza con determinación hacia una sociedad más equitativa, sin vuelta atrás.
